Menos centralismo y más aysenismo




Por Andrés Gillmore

La vida en Aysén se esta haciendo cada vez más complicada para la clase media y entre otras cosas por la falta de un Plan Estratégico de Desarrollo Sustentable. Parte importante de la población se esta empobreciendo por el aumento del costo de vida, que complica cualquier diagnóstico positivo de una región que teóricamente tiene un tremendo futuro, en un Aysén donde si no eres emprendedor o empleado público simplemente no eres nada. Si la mina Cerro Bayo cierra sus faenas en Chile-Chico, cómo se comunicó desde Toronto Canadá la semana pasada, dejara un legado difícil de resolver para la comuna sureña, que desde 1995 cambio el rol de sus actividades de la ganadería a la minería y había proyectado su futuro bajo ese sustento. El cierre de la minera tendrá profundas implicaciones sociales en el municipio en muchos sentidos, que necesitará un Plan de Emergencia para salvar la situación y una ayuda extra por parte del gobierno central.

Muchos en Aysén votaron por la Nueva Mayoría teniendo en mente la erradicación del centralismo que siempre ha acogotado a la región; pero como sucede siempre con los intereses de las cúpulas del poder, a la entrada del horno se quemo el pan y se pospuso la elección de Gobernadores Regionales para “cuando mejoren las condiciones políticas” y hablando en aysenino, seguiremos “usando el mismo pilchero prestado por el vecino, con las chihuas viejas y destartaladas, con los bastos rotos, con la arreata reseca y la misma lona deshilachada”

Ese centralismo que tanto nos ha molestado, también lo vivimos internamente en las comunas ayseninas. Hace décadas que se habla de dividir las comunas de Río Cisnes, Puerto Ibáñez y Chile-Chico al existir una fuerte crítica por los pobladores del interior, de cómo se vienen tomando las decisiones en los Consejos Municipales, que muchas veces actúan con desdén por los intereses del interior y se termina dependiendo de la buena voluntad del alcalde, al entenderse que los gobiernos comunales están intervenidos por los intereses de los partidos políticos. Por eso no tengo dudas que lo que necesitamos es menos centralismo y más aysenismo.

Cotidianamente los gobiernos de turno nos están engañando con discursos ideológicos, que repiten constantemente que somos un país que superamos el umbral de la pobreza, pero se olvidan que la pobreza esta oculta en el endeudamiento sistemático de la población, que paga altos intereses a la banca, por ser considerados capital de riesgo, beneficiando a la banca con multimillonarias ganancias del 18 % anual, que es casi el doble de lo que ganan los bancos en los países desarrollados. Eso que el PIB (Producto Interno Bruto) es de 23 mil dólares por persona y que por eso somos un país bien sustentado, es una falacia ideológica para hacernos creer lo que no es. El sueldo mínimo bruto a nivel nacional, subió la semana pasada de 250 mil a 270 mil pesos mensuales, que liquido se convierte en los miserables 216 mil pesos. Estudios demuestran que una familia no puede vivir con menos de 412 mil pesos al mes y se supone que el sueldo mínimo y valga la redundancia, es el mínimo con que debe contar una familia para “sobrevivir”.

Es dramático analizar el conjunto de carencias que tenemos como sociedad, que además se cree desarrollada y no logra entender los profundos problemas que debemos resolver para considerarnos por lo menos en vías de desarrollo. En Aysén esa dicotomía esta afectando la proyección de desarrollo y es el gran desafío y la única manera de enfrentarlo es con más aysenisno y eso significa, hacer desarrollo sustentable bajo las ventajas comparativas y la denominación de origen que tenemos. Complica la carencia de instituciones sólidas que entreguen certezas y que las decisiones se sigan sustentando bajo los intereses de los partidos políticos y de los intereses creados del mundo empresarial, olvidando completamente al mundo ciudadano y que las reparticiones públicas regionales no entienden de sustentabilidad y proyección de futuro.

En la actualidad la Corte Suprema esta dominada por la Masonería y por los partidos políticos tradicionales; lo mismo sucede con el Consejo de Defensa del Estado y con el Tribunal Constitucional. Descubrimos hace poco que también el SII esta en inmersa en esa misma lógica. Si estas instituciones no se independizan, será difícil salir del atolladero y que el mundo ciudadano tenga las garantías que necesita.

Nuestra seuda democracia económica es frágil, con una serie de infracciones en las normas de los valores éticos y morales que necesitamos para superar esta crisis estructural. Se carece de un diálogo real que busque soluciones de fondo y el discurso de las posibles soluciones ha sido manipulado por ideologismos carentes de justicia social y ambiental, transformándonos en un país esquizofrénico que no sabe lo que quiere y que en forma sistemática castiga el esfuerzo, inventiva, iniciativa, honradez y premia lo que debe castigarse: enriquecimiento ilícito, viveza, demagogia, falta de ética, moral y de sentido común. No se ha tenido la capacidad de desarrollar mecanismos de vigilancia permanente, que aseguren el respeto por las instituciones públicas, con sanciones disuasivas, cuando los políticos corruptos entran en acción.


Los políticos tradicionales con la inmunidad a la que tienen derecho y que ellos mismos se han otorgado, van por la reelección. Nada garantiza a los ciudadanos que los vientos de moralización que discursan las campañas presidenciales, sean disuasivas y ejemplares para contrarrestar las coimas públicas y privadas, el nepotismo, el centralismo, el abuso del poder y las irrefrenables ambiciones de enriquecimiento ilícito de nuestras cúpulas de poder.

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